SIERVOS INDIGNOS LUCAS 17:7 Cuando un sirviente vuelve de arar o de cuidar las ovejas, ¿acaso su patrón le dice: “Ven y come conmigo”? 8 No, le dirá: “Prepara mi comida, ponte el delantal y sírveme mientras como. Luego puedes comer tú”. 9 ¿Y le agradece el amo al sirviente por hacer lo que se le dijo que hiciera? Por supuesto que no. 10 De la misma manera, cuando ustedes me obedecen, deben decir: “Somos siervos indignos que simplemente cumplimos con nuestro deber. NTV. La jactancia y la vanagloria es parte de la vida del ser humano, por eso, al destacarse en alguna actividad, el deseo del corazón, es que los que están a su alrededor, lo admiren y lo alaben. Estos sentimientos negativos, en ocasiones también llegan a dominar el corazón de los seguidores de Cristo, por eso cuando sus ministerios prosperan, empiezan a tener un concepto muy elevado de sí mismos, olvidándose de esa manera por completo que la prosperidad ministerial es la acción de Dios y no de los hombres. Debido a este peligro que puede llegar a asechar el corazón de sus siervos, Jesucristo advirtió a sus discípulos y a todos sus seguidores para que no se dejen vencer por la jactancia y la vanagloria, sino que siempre tengan presente que son siervos de Dios. La jactancia y la vanagloria, son considerados como pecados en la presencia de Dios, pues estos sentimientos cuando dominan el corazón del hombre, hacen que los hombres se atribuyan la gloria y la alabanza de todos sus logros, robándose de esa manera la gloria y la alabanza que solo le pertenece a Dios. Pues todos los logros que los hombres puedan llegar a tener en sus vidas, le pertenecen a Dios, porque Dios es quien le da al hombre la fuerza, el poder, la destreza y la sabiduría necesaria para que pueda alcanzar sus objetivos y metas propuestas. Si Dios no le diera todo lo necesario, el hombre jamás lograría triunfar en su vida. Por eso y más, a Dios le pertenece la gloria y la alabanza de todos los logros del hombre. Si a Dios le pertenece la gloria y la alabanza de los logros del hombre, mucho más si estos logros son en el ámbito ministerial y servicio a Dios. Si como resultado de su servicio a Cristo, el creyente logra que el ministerio crezca y tenga éxito, no tiene que gloriarse, ni tampoco esperar alguna recompensa de parte del Señor, pues al servirle, solo está cumpliendo su obligación como siervo. La obediencia y el servicio a Dios, es deber de todo aquel que ha sido rescatado de la condenación eterna, por eso no debe esperar algún alago o recompensa por su servicio, en su lugar debería regocijarse por el privilegio de poder servir a su Señor y Salvador, y alabarle por darle la oportunidad de ser un instrumento en Sus manos, pese a ser indigno. El creyente por su condición pecaminosa, es indigno de presentarse delante de un Dios santo y servirle, pero gracias al sacrificio realizado por Cristo en la cruz del calvario, el creyente es santificado para que pueda estar en la presencia de Dios Padre y servirle. Por todo lo que ha hecho Jesucristo en su favor, el creyente no debe esperar nada de Dios, pero pese a eso, Dios lo bendice y le ayuda a que su servicio ministerial prospere. El Señor para nada considera que el servicio de sus seguidores sea sin sentido ni inútil, ni tampoco deja sin recompensa a los que le son fieles. Lo que detesta es la injustificable autoestima, la vanagloria y el orgullo espiritual que puedan mostrar sus seguidores al momento de que sus ministerios prosperen. Queridos hermanos. Dios no está nunca en deuda con nosotros cuando le servimos con los dones y talentos que hemos recibido del Espíritu Santo. Cuando servimos a Dios todo lo mejor posible, no estamos haciendo nada más de lo que estábamos obligados a hacer, porque fuimos comprados por un alto precio, un precio que nunca le podríamos llegar a pagarle, por eso debemos servirle con alegría y gratitud, sin esperar nada a cambio. Hermanos. Jesús, como nuestro Señor, es muy benévolo y bondadoso hacia nosotros, pero no por --- Send in a voice message: https://podcasters.spotify.com/pod/show/jesus-is-life1/message